EXPERIENCIAS
MARIANAS
¡Bienvenidos a Experiencias Marianas!
El proyecto Experiencias Marianas nació en el año 2023. Somos un matrimonio costarricense que, tras varias situaciones y experiencias (positivas y negativas) que han marcado nuestra vida, reconocemos que sólo de la mano de Dios y el apoyo en la Virgen María, es que damos verdadero sentido a la vida.
Tras un viaje que realizamos a Medjugorje, decidimos responder al llamado de nuestra Madre y, unidos espiritualmente a Ella, trabajar con fe y alegría para difundir el Mensaje del Evangelio en todo el mundo. Y con la ayuda del Espíritu Santo abrir nuestros corazones a Jesús, Rey y Señor, porque Él es el camino, la verdad y la vida.
Desde hace dos mil años, a lo largo de la vida de la Iglesia, tanto Jesús como María, cuando Dios Padre lo ha dispuesto o permitido, se han aparecido (se han “hechos visibles”) en nuestra historia, a lo ancho del mundo, especialmente en períodos o situaciones de crisis o especial necesidad: no a todos (como en las apariciones del Resucitado previas a la Ascensión), sino a aquellos que han sido escogidos por el Padre: los videntes, a quienes les suelen confiar una misión y revelar una serie de mensajes de contenido místico (de oración y penitencia, de conversión y llamada a la fe y a la santidad de vida) y profético (algunas veces, apocalíptico).
Muchas no han sido aún reconocidas (Garabandal, Medjugorje, y tantas otras en distintas partes del mundo). En este sentido, recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 67): “a lo largo de los siglos han habido revelaciones llamadas privadas, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de completar la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia”. En las revelaciones privadas reconocidas por la Iglesia (Fátima) se trata de esto: ayudarnos a comprender los signos de los tiempos y a encontrar la justa respuesta desde la fe ante ellos.
¿Cómo va a permanecer indiferente Nuestra Madre viendo como cada día nos alejamos más de Su Hijo y le ofendemos gravemente, despreciamos la Ley de Dios y no vivimos sus Mandamientos? ¿Cómo no nos va a recordar el Evangelio, las palabras de Jesús? ¿Cómo se va a cansar de repetirnos insistentemente los mismos Mensajes, hasta que hagamos lo que Jesús nos dice? ¿No es, acaso, Nuestra Madre? ¿No somos, nosotros, sus hijos? ¿Es que puede una madre olvidarse de sus pequeños, despreocuparse cuando los ve a punto de extraviarse para siempre?
Ella nos recuerda que nuestra vida terrenal es muy breve, como un parpadeo, y que nos espera el cielo, la bienaventuranza eterna. Por eso, a veces, nos advierte del peligro real (si no nos convertimos y enmendamos nuestras vidas) de que podamos perdernos para siempre. De ahí sus mensajes proféticos, sus advertencias de lo que puede suceder si no cambiamos, “abiertas” siempre a la posibilidad de ser modificadas (dilatadas, disminuidas y aún anuladas si hacemos caso a sus apremiantes indicaciones), y a la esperanza cierta e inequívoca de la victoria definitiva del bien sobre el mal, de la gracia sobre el pecado: sí, al final, Su Corazón Inmaculado, TRIUNFARÁ.
Cuantos hemos peregrinado a la Parroquia de Medjugorje (la serena certeza de la presencia de Nuestra Mamá celeste: de sus mimos y caricias, de su ternura materna); los frutos extraordinarios de conversión (de un cambio radical de vida que marcan un antes y un después en la vida de tantos) y las numerosas vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada (que allí han comenzado). El discernimiento espiritual es fácil, sencillo: todo esto no puede ser obra del demonio. Ni tampoco la profunda paz y alegría que se respiran, la facilidad y dulzura de la oración que brota espontánea, el sincero deseo de hacer una buena e íntegra confesión general, de confesar pecados nunca antes confesados con sincero arrepentimiento y dolor de haber ofendido a Dios y firme propósito de enmendar la propia vida, la “visibilidad” de la unidad y catolicidad de la Iglesia que, desde todos los continentes, peregrina a Medjugorje en busca del amor y del calor de su Madre. Por todo esto y por todos cuantos damos testimonio del paso de Dios en nuestras vidas, y porque un bien tan excelente y universal no puede venir de nuestro adversario y enemigo, el diablo, que no desea sino nuestro mal, nuestra muerte eterna. Luego, su origen sólo puede ser sobrenatural, divino.
Si Fátima es el “altar del mundo”, Medjugorje es su “confesonario”. Y, como dijo en uno de sus mensajes la Gospa, lo que se inició en Fátima, se completará en Medjugorje: el triunfo de Su Inmaculado Corazón. Un triunfo que cada día está más cerca.
Fuente: Sitio Oficial Fundación Centro Medjugorje - www.centromedjugorje.org